La importancia de una segunda opinión

Esto es cómico, pero no tanto. Cualquiera hubiera hecho lo que hizo:

clipped from news.yahoo.com

LONDON (Reuters) – A British man who went on a wild
spending spree after doctors said he only had a short time to
live wants compensation because the diagnosis was wrong and he
is now healthy — but broke.
John Brandrick, 62, was diagnosed with pancreatic cancer
two years ago and told that he would probably die within a
year.
Brandrick was left with little more than the black suit,
white shirt and red tie that he had planned to be buried in
when it emerged a year later that his suspected «tumor» was no
more than a non-life threatening inflammation of the pancreas.

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7 comentarios

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  1. Ya no se puede creer ni en la medicina!

    • Oquendo el mayo 8, 2007 a las 5:26 pm

    Por ahí hay un cuento. A lo mejor decide morir y liquidar sus deudas…

    • Madam el mayo 9, 2007 a las 10:41 am

    Que espere a morir, las deudas las heredan los demás. Eso es lo único que le queda. También puede declararse en bancarrota.

  2. Y si es hipocondriaco, encontrará un tumor en otro sitio… hasta en el bolsillo.

  3. Es que la medicina ya no es preventiva. Es remediativa. Esa es la diferencia entre oriente y occidente. Pero occidente cree que se las sabe todas. Antes se les pagaba a los médicos por mantener la salud de los pacientes no por cortar, quemar, eliminar, sustituir. La clave de la mayoria de las enfermedades está en la alimentación, ciertamente. Por lo pronto prevenir, y si hay que remediar ver varias alternativas.

  4. No se le debe creer nada a nadie. Solo cree en lo que puedas probar con evidencia confiable. Los médicos, los expertos, el Papa, los políticos, y los profesores son todos unos paqueteros.

  5. Jodeína:
    No te creo.

    Oquendo:
    Lee el blog el sábado.

    Madam:
    En este caso, él mismo fue el heredero de sus deudas.

    Ana María:
    Creo que se quedó hasta sin bolsillos.

    Box:
    Tal vez si la medicina no fuera otro negocio más, esto cambiaría.

    Ramón:
    Tampoco te creo.

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