Ahora termino y eso es todo

Ahora termino y eso es todo

Por José Borges

 

Se habla mucho de cómo los videojuegos han desplazado la literatura y, más bien, la lectura, pero quiero contarles de una instancia en que convergieron de manera asombrosa. Sucedió en las Navidades pasadas con un videojuego llamado Red Dead Redemption II y la novela del mexicano Álvaro Enrigue, Ahora me rindo y eso es todo. El juego recrea un mundo de vaqueros en el viejo oeste, casi finalizando el siglo XIX. Es un “lugar” inmenso que puedes transitar a caballo, en tren y (si tienes tiempo para “quemar”) a pie. Aunque se trata de un mundo virtual, no deja de ser real en cierto modo. Después de horas de juego, tengo cientos anécdotas que involucran los habitantes y lugares virtuales. Para mí, ese mundo electrónico no es menos real que el estado de Nuevo México, que he visitado par de veces, y es una de las inspiraciones geográficas para el juego.

La novela de Enrigue también está ambientada en el viejo oeste, pero mayormente en territorio mexicano o, en realidad, apache. En contraste con el videojuego, apenas hay vaqueros, pero sí apaches como los jefes Mangas Coloradas y Gerónimo. Están en un territorio inhóspito, donde nadie viviría salvo ellos, pero aun así el gobierno de los Estados Unidos quiere que estos indios desaparezcan, ya sea con tratos que renegarán o con balas. El ejército de los Estados Unidos intentó el genocidio, pero los apaches no eran presa fácil. Eran capaces de desaparecerse en las montañas y vengar sus muertos; una de esas venganzas es lo que da pie a la novela.

Por su parte, el juego tiene una historia trillada, vista en otras películas del viejo oeste, pero transmite la inconformidad de los personajes hacia la civilización y la sociedad. Básicamente, antes eran libres, pero ahora son bandidos perseguidos por el gobierno. Igual les sucede a Mangas Coloradas y a Gerónimo, líderes de los apaches en épocas distintas. De Gerónimo viene el título de la novela: “Antes corría como el viento. Ahora me rindo y eso es todo”; estas fueron sus palabras antes de rendirse ante el ejército estadounidense. El videojuego ofrece esa experiencia de libertad. Te permite recorrer el mapa a caballo y explorar todo tipo de cliché western. Peleas, robos de bancos y de trenes, cabalgar por los riscos de la montaña, cazar la cena y cocinarla… en fin, hay un sinnúmero de actividades y sucesos imprevistos que ocurren dentro de esa temática. No es una historia de malos y buenos, sino de malos y menos malos. Tu personaje es un bandido, al que el jugador le imparte algún tipo de código moral. Al final, no importarán mucho tus decisiones, ya que te llevarán a lo mismo, más o menos.

Posando con mi caballo en algún lugar recóndito del viejo oeste virtual.

 

Mangas Coloradas

Más interesante es la recreación que el juego deja que el jugador experimente. Por su parte, la novela de Enrigue también te muestra esa experiencia. Te hace parte de la historia de Camila, una mujer raptada por Mangas Coloradas y sus apaches, que eventualmente se convierte en parte de la tribu; además, te recluta al bando del teniente coronel mexicano Zuloaga, que está tras el rastro de Mangas Coloradas y Camila. Como sucede en el videojuego, esta gente acampa, caza, prepara fogatas y come al lado de ellas. Uno vive la experiencia, más que leer de ella.

Ahora bien, ¿mi experiencia habría sido igual sin el videojuego o la novela? En los ratos que no jugaba, leía, y viceversa. Con ambos vivía el viejo oeste, aunque de maneras diferentes. Fue un momento y experiencia únicos que logré tener por casualidad, inesperadamente. ¿Será posible recrear ese tipo de experiencia otra vez? Dicen que los libros compiten por la atención del público con los videojuegos, pero esta vez ambos se unieron para obtener una experiencia única. Había tenido experiencias cautivadoras con videojuegos y con libros antes, pero jamás una en que la literatura, la tecnología y lo lúdico se combinaran de tal manera. En vez de forzarnos a escoger entre un modo de entretenimiento y otro, ¿habrá manera de combinarlos? En esta instancia, el reto intelectual se combinó con uno lúdico, pero de manera independiente. Álvaro no pensaba en el juego, y los creadores del videojuego mucho menos tenían a Enrigue en mente. Sin embargo, juntarlos creó una experiencia inolvidable.

Gerónimo

Según avanzaba en las dos historias, me daba cuenta de que el final se aproximaba. Siempre sucede en las vacaciones, por más largas que sean. Llega un momento en que sabes que todo terminará y pasará a ser un recuerdo, lo cual te entristece un poco. Así mismo sucedió cuando llegué a los respectivos finales. Sentí un vacío en ambos casos: ¿y ahora qué? Quería seguir con Gerónimo y sus apaches; también quería continuar con mi cabalgata en el viejo oeste de Arthur (como se llama el protagonista del videojuego). Antes corrí las praderas con los apaches y los bandidos. Ahora terminé y eso es todo. Hasta el título de la novela fue perfecto para la experiencia. Si es una que se pueda reproducir algún día está en manos del destino.

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