Reseñas: Amargo

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Cuentos amargos

Desde pequeños, nos enseñan en la escuela que hay cuatro tipos de sabores que se pueden detectar en partes específicas de la lengua humana: dulce, agrio, salado y amargo. Los japoneses añaden un sabor más a esos cuatro, el umami, que representa lo sabroso y establecen múltiples subsabores adicionales dentro de cada uno de los básicos. Ya la ciencia ha dejado atrás esa teoría de sensaciones gustativas en áreas determinadas de la lengua, pero perdura en la memoria como cierta, así como ocurre con múltiples misconceptions o ideas equivocadas de conceptos. En el libro de cuentos Amargo, de la puertorriqueña Alexandra Pagán Vélez, se pueden apreciar diferentes tipos de amargura por medio de sus personajes.

El libro contiene 19 cuentos, la mayoría cortos. Casi todos tratan temas cotidianos. A veces, los temas giran en torno a sucesos más tétricos, como el suicidio (que, lamentablemente, también podría ser considerado como cotidiano, de acuerdo con las estadísticas) o la necrofilia (definitivamente un tabú en nuestra sociedad). Resumir todos los cuentos tomaría demasiado espacio y hay mucha gente que desea leer el horóscopo en la siguiente página. Por tanto, destaco los que más me llamaron la atención.

“Una foto de La Habana” trata de una fotógrafa española de vacaciones en Cuba que lucha contra sus inhibiciones al conocer a un boricua que le atrae. Es una narración que muestra la lucha interna del personaje, a la vez que juega con su sexualidad. Lo erótico también es un elemento presente en “Las escaleras”, que trata de un matrimonio lésbico; en “Roma”, cuyo personaje es transexual y desarrolla una atracción con un compañero de trabajo; en “Canas”, que trata de un hombre que sostiene una relación sexual con una artista que utiliza material que recopila durante sus encuentros eróticos; y en “Laboratorio de disección”, cuyo personaje es una practicante de medicina que comienza a sentir atracción por lo que imagina ser el espíritu de un cadáver al que se le somete a una autopsia.

El abuso sexual y emocional es otro tema que se toca con frecuencia. “Luci y yo”, “Es que a uno le pasan unas cosas”, “Milagros” y “El agente Ríos” son ejemplos de ello. El primero es una conversación en el infierno, aunque parece más bien un monólogo. En el segundo se narra desde el punto de vista de una mujer maltratada, aunque ella misma no parece darse cuenta de ello. El tercero mencionado contiene un elemento onírico que tal vez representa otro tipo de infierno que el que se utiliza en “Luci y yo”. El último que menciono en esta pequeña lista trata de un agente de la Policía que se transfiere a trabajar en una escuela pública, en donde lucha contra sucumbir a las ilusiones que se ha formado en torno a una estudiante.

La autora logra introducirnos en las mentes de estos personajes variados. Vélez Pagán caracteriza a estas personas de manera muy eficaz y convincente para que se logre algún tipo de empatía o entendimiento de cómo son estas personas, por más repulsivas que pueden ser sus acciones. Por otro lado, no hay muchas sorpresas en cuanto a las tramas en las que habitan los personajes. Se enfoca más bien en la siquis de los personajes y sus traumas. Podemos “saborear” diferentes aspectos de la amargura de estas creaciones hasta darnos cuenta de que, incluso, dentro de lo amargo existe la variedad.

 

 

Amargo: segunda edición, revisada y aumentada

Alexandra Pagán Vélez

La secta de los perros, 2019

Esta reseña se publicó originalmente en El Nuevo Día en enero 26 de 2020, cuando los terremotos al sur de la isla  y la corrupción del gobierno era nuestro problema mayor. Qué tiempos aquellos…

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